EL MIEDO A LA DECEPCIÓN

Isabel Santiago Benvenutty

Desde un punto de vista filosófico este tema puede contener muchas ramificaciones, ya que el miedo a la decepción humana está absolutamente conectado con la libertad total de las personas.

 

Sartre era un filósofo que defendía esta posición afirmando que el ser humano está condenado a ser libre, lo que implica tomar constantes decisiones sin garantías. 

 

Esta libertad tan absoluta  hace que tengamos una sensación de angustia constante, que provoca que en nuestro interior se genere una sensación de miedo a equivocarnos, a fallar en nuestras decisiones, a elegir mal donde confiar,  o a realizar acciones que nos hagan sentir mal con uno mismo, solo por la autoexigencia a no decepcionar. 

 

Por lo tanto, desde este punto de vista, el miedo nace como un mecanismo de defensa ante la explosiva angustia que recorre a uno mismo al ver la libertad por delante. 

 

Si atendemos a un aspecto más psicológico, el miedo a la decepción es una emoción muy compleja, ya que para ser decepcionado tienes que tener expectativas, tienes que creer en lo posible, en lo deseado y darte cuenta que no alcanzas nada de ello.

 

No es tanto el miedo a la decepción exactamente, sino lo que la propia decepción dice de nosotros como personas propias: nuestras esperanzas frustradas, nuestros proyectos personales fallidos y la vulnerabilidad de haber confiado y creído.

 

Cuando esperamos algo de otros, de nosotros mismos, o del destino por ejemplo, nos exponemos a la posibilidad de que realmente no suceda lo que creemos, de que la realidad no sea idéntica a nuestras expectativas, que al no ser semejantes a lo que queríamos causan lo que es la decepción. 

 

Sartre también hablaba sobre  la angustia de la libertad, ya que se puede  elegir, confiar, esperar… , pero todo en sí implica un gran riesgo ya que podemos equivocarnos o puede salir bien. Cuando nos equivocamos es cuando empieza el sufrimiento, ya que igual que nosotros podemos equivocarnos respecto a los demás,  también podemos ser traicionados por la equivocación de otras personas.  

 

Este miedo a ser decepcionados se transforma en una manera de defensa personal ante otros dolores, ya que elegimos no confiar, no ilusionarnos. Pero el problema es que si no existiera la emoción, la ilusión y la confianza tendríamos otros miedos diferentes, y seríamos personas que aunque no sufran viven con un agujero de inseguridades y miedos, que son iguales que las decepciones.

 

Por otro lado, los estoicos opinaban que no debemos poner nuestras expectativas en algo que no depende de uno mismo, en algo que para nosotros como unidad de persona es incontrolable, y que al final del tramo no sepamos si nos va a hacer sufrir. 

 

Los estoicos afirman que no podemos sufrir por lo que hagan los demás, que sólo debemos creer en nosotros mismos y solo podemos tener expectativas  personales que podamos controlar. Al final es verdad que al no confiar en nadie más no puedes sufrir por ser decepcionado, pero el problema de este pensamiento, en mi opinión, es que si no confiamos en nadie, no seremos capaces de conocer el posible sentimiento de decepción pero tampoco conoceríamos el sentimiento de esperanza, de nerviosismo y otros muchos más sentimientos positivos que ocurren antes de sufrir una decepción. 

 

Esta manera de actuar nos acabaría volviendo fríos y distantes, lo que provocaría finalmente también  un bucle de decepción, ya que no seríamos capaces de sentir afecto por nadie,  al no ser capaz de confiar en dicha persona. 

 

 

 

 

EL MIEDO A DECEPCIONAR

 

Este miedo es una manifestación interna que surge del conflicto personal entre ser realmente auténticos, espontáneos, como nos sale interiormente;  o ser como la sociedad reclama que seas, ser aprobado por la sociedad. 

 

En mi opinión, es muy complejo suprimir este miedo por completo, ya que al fin y al cabo tú vas a confiar en la sociedad igual que ella en ti en todas las situaciones de tu vida, aunque tú no lo creas.

 

Un ejemplo sería cuando haces un trabajo del instituto entre varias personas, en grupo o en parejas,  divides el trabajo y cada uno hace su parte. Tus compañeros están poniendo en ti unas expectativas, confiando en que tu parte del trabajo esté correcta, terminada y con buena información para que tanto tú como la otra persona tengáis buena nota, y a la inversa, ya que tú también confías en que la otra persona haga lo mismo. En el momento en el que alguien del grupo comete un mínimo fallo, o hace algo que a la otra persona le parece incorrecto, ya hay decepción, y es inevitable. 

 

La conclusión que sacamos de este ejemplo es que es imposible no decepcionar en la actualidad, ya que como dijo Aristóteles “el hombre es por naturaleza un animal político” es decir, no somos capaces de vivir sin sociedad, sin seres humanos a tu alrededor y claro está, sin confiar en ellos, una vez que confías puedes arriesgarte a la decepción.  

 

La decepción es necesaria para vivir y sin ella nada sería como ha sido en la vida, tanto a nivel social, es decir, en cuanto a la sociedad como conjunto, como a nivel personal e individual.