Rocío Del Amor Maline - Alumna del IPEP. 1º de Bachillerato Presencial
La educación de nuestro país enfrenta una serie de desafíos que van más allá de las aulas y los programas de estudio. En muchas ocasiones, nos encontramos con un sistema educativo que privilegia la memorización de datos sobre el propio pensamiento crítico y la creatividad.
“El sello de una mente bien educada es que es capaz de contemplar un pensamiento sin tener que aceptarlo”.
Aristóteles.
Reflexionando sobre estos problemas, surge la necesidad de entender la educación no solo como un proceso de transmisión de conocimientos, sino como una herramienta para cultivar el carácter moral de las personas. La cultura desempeña un papel fundamental en este sentido, ya que nos conecta con nuestras raíces, nos enseña a valorar la diversidad y a cultivar el respeto por los demás.
“Para mejorar nuestro conocimiento debemos aprender menos y contemplar más”. René Descartes.
Sin embargo, para que la cultura pueda cumplir su función transformadora, es necesario actualizar los contenidos educativos y eliminar aquellos que resulten obsoletos o inútiles. Esto implica no solo revisar los programas de estudio, sino también promover un enfoque disciplinario que integre conocimientos relevantes para la vida en el siglo XXI, como la educación emocional, la tecnología, la sostenibilidad ambiental… pero siempre acordándonos de dónde venimos.
“El objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano”. Platón.
Platón proponía: Que no se debía obligar a nadie a aprender, ni se debía forzar las cabezas para asimilar conocimientos en ellas. Solo se podía mostrar el camino, para que cada cual pensase por sí mismo.
La educación hoy por hoy, la entendemos como un proceso de socialización de los seres humanos. Sin ninguna duda la educación no se trataba de un aspecto secundario, sino una constante preocupación en su que hacer filosófico, un punto de partida donde el alma adopta una posición ante el mundo y ante la vida.