Ana Martínez Benítez- 2º Bachillerato Semipresencial en el IPEP
Toda revolución va precedida de la educación.
La educación tiene en sí misma la importancia de poder liderar cambios en la sociedad, o al menos, de potenciar las mentes que realizarán el cambio. La cultura juega un papel muy importante en el ámbito de la educación, pues ambas se necesitan entre sí, la primera asegura los conocimientos a la segunda y esta, le garantiza su transmisión en el tiempo. Son, sin exageraciones los pilares que sustentan cualquier sociedad. Encontramos a la educación en casi cualquier lugar donde miremos, en la política, en el simple acto de expresarnos, en la visión que tenemos del mundo, en cómo a veces nos relacionamos. En la libertad de oportunidades, pues de no ser así no podría expresar mis pensamientos, tal y como me encuentro ahora. Y mucho menos lo podrían leer los demás. Pero al hablar de la importancia de la educación es casi pecado no destripar los errores que se están cometiendo con la misma. Y ni tan siquiera cerrar las ventanas ante los malos días por los que pasa.
La educación dejó de ser las puertas hacia la libertad para comenzar a ser la institución con la que encerraríamos nuestras mentes en cárceles, a las que llamamos escuelas.
Se ha limitado el concepto de educación a aprender ciertos patrones de comportamiento en sociedad y en la memorización sobre contenidos específicos que no nos resultarán muy útiles a lo largo de nuestra vida. Esto hace que la educación sea un castigo para aquellas mentes que siempre están preguntándose sobre todo y cuanto les rodea, buscando las cinco patas al gato. Mientras que para otras mentes que deambulan entre la sociedad, la educación con la que conviven es el cómodo colchón donde seguir practicando el ‘borreguismo acostumbrado’ y por este concepto aludo a la corriente adoptada por muchos, basada en la ausencia del amor al saber, y encabezada por la ignorancia.
Este sistema es un atentado severo contra la capacidad propia de razonar, que busca adormecer mentes y premiar a las que ya duermen. Invita a acoger las opiniones ajenas como verdad absoluta y después como nuestras propias, sin haberle dado tan siquiera el beneplácito de la duda para encontrarles el atractivo o la condena a las mismas.El mismo sistema educativo es el que crea tensión entre compañeros de clases, pues la enfermedad titulitis asola la sociedad desde hace ya algún tiempo. No es lógico que tu agudeza mental y tu conocimiento se vean condicionados en si tienes un título académico o no, en si apruebas los exámenes o si los suspendes. El calibre de la situación llega hasta los pupitres en los que después de entregar un comentario crítico sobre tu opinión, el profesor te dirá lo que está bien y está mal. En los que se le da más importancia a analizar sintácticamente frases como Pedro fue al cine ayer con sus amigos y a saber hacer derivadas, en vez de hacer más incapié en enseñarnos a hacer una declaración de la renta, a como hacer un currículum, o incluso a como saber leer estos para no caer en engaños. Nos enseñan la importancia de idiomas, pero no por ampliar nuestra cultura sino para buscar el futuro fuera de este país. Lo único que se salva y que nos queda de este caótico sistema es la filosofía,
es el pomo de la puerta que nos conduce a la libertad. No nos prepara para ser ciudadanos libres, nos enseña que debemos ser las próximas piezas para seguir completando el puzzle que lleva dando forma a la involución en la que nos encontramos tiempo atrás y en la que nos seguiremos encontrando en tiempos futuros si no se combate.
Gran parte del problema hoy en día se ha estado cuajando décadas entre las paredes de las aulas en institutos y/o universidades. Algunos de los que hasta ahora han sido o fueran los profesores que tutelaban esas aulas en algún tiempo pasado no mucho mejor que este, fueron también jóvenes estudiantes que tuvieron que condenar el sistema educativo que se encontraron, y que ahora son cómplices de la adormilación antes mencionada.
La educación es para el ciudadano algo así como la manivela para la caja de música. Tiene que compartir techo con la cultura y ser vecina de la rebeldía, para así agradecer a nuestros mayores lo que nos dejaron, sin olvidar nuestro pasado y sin conformarnos con aquello que tenemos de nuestros antecesores.
La manera de combatir este estado de alarma es mediante una educación más rebelde, más despierta , que nos acoja a los jóvenes bajo sus alas, mientras promovemos el despertar de consciencias para encabezar la próxima revolución que contará con libros y conocimiento como armas.