CRECER TAMBIÉN ASUSTA

Laura Béjar Díaz

Siempre pensé que el miedo era algo que solo se sentía en situaciones concretas: antes de un examen, al subir a una montaña rusa o cuando ves una película de terror. Pero a mis 17 años, y en pleno segundo de Bachillerato, me he dado cuenta de que uno de los miedos más comunes y silenciosos es el miedo al cambio. Y aunque nadie suele hablar de él, está presente en cada conversación sobre nuestro futuro, cada vez que alguien menciona la universidad o simplemente cuando nos recuerdan que el instituto se acaba y que una etapa de nuestra vida está a punto de cerrarse.

 

Cambiar siempre ha sido algo que suena a crecimiento, a avanzar, a hacerse mayor… pero la verdad es que también asusta. Da miedo dejar atrás lo que conoces, lo que controlas, la gente con la que has compartido años de tu vida. Da vértigo pensar que dentro de nada tocará empezar de cero: nuevas clases, nuevas personas, nuevas ciudades, nuevas rutinas… y sobre todo, una nueva versión de ti que ni siquiera sabes si estás preparado para ser.

 

A veces, cuando pienso en la universidad, no sé si siento más emoción o más miedo. Porque no solo se trata de elegir una carrera que, con suerte, marcará tu futuro profesional, sino también de todo lo que viene con ella: hacer nuevos amigos, adaptarte a profesores que no te conocen de nada, moverte por sitios desconocidos, tomar decisiones solo… Es como si de golpe te soltaran en medio de un mundo nuevo y te dijeran “ahora espabila”. Y aunque todo el mundo a tu alrededor lo viva igual, parece que nadie se atreve a decir en voz alta lo que de verdad siente: que está muerto de miedo.

 

El cambio da miedo porque es incierto, porque salir de la zona cómoda siempre incomoda. Pero también es cierto que sin cambio no hay crecimiento, y que si nos quedáramos para siempre en el mismo sitio, no aprenderíamos nada nuevo. Es curioso cómo a veces tenemos que dejar cosas atrás para poder encontrarnos a nosotros mismos.

 

Supongo que parte de hacerse mayor es aceptar que la vida es una sucesión constante de cambios, algunos más grandes que otros, y que el miedo no es una señal de que no estés preparado, sino de que estás a punto de enfrentarte a algo importante. Y aunque ahora mismo no lo parezca, dentro de un tiempo miraré atrás y me daré cuenta de que todo lo que me daba miedo no era tan grave. Que cambiar de etapa es simplemente el siguiente paso en un camino que todos, tarde o temprano, tenemos que recorrer.

 

Y aunque me siga costando imaginar cómo será todo dentro de unos meses, intento quedarme con la idea de que cada cambio trae nuevas oportunidades, personas y momentos que todavía no conozco, pero que seguro que merecerán la pena. Porque al final, cambiar es la única forma de avanzar.