Alba Romero Riquet - IES Pedro Muñoz Seca
Hipatia de Alejandría
Soniquete eterno, letargo efímero. Grito vacío, golpe seco.
Tu risa, mi risa, nuestra arma para luchar contra el mundo.
Todo aquello que nos debilita se compensa con una sonrisa, que consigue poner claridad a su oscuridad, y paz a su guerra.
Es aquello que nos hace tan libres de la vida como presos de nuestra propia anarquía mental, pues con ella no se conocen límites ni condiciones, llega cuando le place y perdura en el pecho y la memoria hasta nuestro último anhelo.
La risa es la bandera de los seres que aprenden a ser felices pese a la adversidad, aquellos que cumplen el principio de la ataraxia, aquellos que no temen más que a una risa aún más estridente que la propia.
Es tan barata para quienes la disfrutan, como cara para aquellos reprimidos que se privan de ella, aquellos cuya vida se tuerce gris y no cuentan con la fuerza para arquear los labios.
Es la máxima expresión del ser humano en la multiplicidad de sus facetas: desde la alegría plena hasta la más paradójica tristeza desesperada.
Es un sueño desventurado, es un calambre en el alma, es el oasis del desierto que supone la existencia. Es llave maestra, es arte, es ciencia, es misterio, es pasión, es locura, es Independencia.
Es la terapia a la que recurrimos de manera inconsciente, es ese conjunto de sustancias que nuestro sistema endocrino libera con total desenfreno en forma de serotonina, dando lugar a un éxtasis vital prolongado.
En cambio, tras esa risa se esconde todo un mundo implacable que no debe salir a la luz. Tras esa risa que me escondes hay un multiverso de vidas, experiencias y energía, ese legado que perdurará de manera eterna hasta el final de los días. Esa es la auténtica coraza del Ser que siente de la manera más pura, la que protege la agrupación que supone nuestra Existencia en estado pleno de un exterior a veces terco e involucionado.