Marian Pérez Bernal - Profesora de Filosofía en la Universidad Pablo de Olavide
A José María Garrido Luceño, in memoriam.
En 2021 Gloria Steinem, al recibir el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, terminó su discurso con un alegato en defensa de la risa:
“La risa es la única emoción libre, la única que no se puede imponer. (…) no se puede obligar a alguien a reír, a reír de verdad y con sinceridad. Por eso la risa es una prueba de libertad.”
La risa ha sido vista siempre por el poder como una actividad peligrosa. Ya Platón en La República señalaba que no era adecuada la propensión a la risa entre los jóvenes. Presentar a los hombres o a los dioses dominados por la risa sería inadmisible en esa sociedad perfecta carente de libertad. Steinem en su discurso recordaba que, al llegar al poder en Alemania, Hitler ordenó cerrar los clubes de comedia. No sabemos si Hitler había leído a Henri Bergson. En La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad (1900) el filósofo francés afirmaba que “nada desarma tanto como la risa”.
Para Bergson la risa es exclusivamente humana de ahí que defina al hombre como “el animal que sabe reír”. Hay risas amables, nerviosas, tontas, amargas, inoportunas, sarcásticas, dulces, joviales, tétricas… Son muchos los tipos de risas y muy distintos también los motivos que despiertan en nosotros este sentimiento. Se ha tendido a presentar a lo largo de la historia a las feministas como mujeres resentidas y amargadas. Parecería como si las feministas hubiéramos vivido siempre enfadadas y fuéramos incapaces de reír. Nada más falso. La risa es capaz de subvertir lo establecido, de poner en cuestión el poder y ayuda a liberar tensiones latentes. El humor desordena lo que la apariencia social ordenó. La eficacia política del humor es muy importante y de ahí que, como antes recordábamos, haya sido tan temido por el poder. Precisamente por todo esto pensamos que la risa es una fabulosa arma feminista.
Con ironía, inteligencia y sentido del humor muchas feministas ponen en cuestión el orden establecido y la ideología dominante. Ese humor que cuestiona el mundo del pasado y las realidades machistas ayuda a construir una nueva forma de pensar la realidad. El humor puede ser una vía para pensar el mundo, para señalar lo que no nos gusta, lo que queremos cambiar y para proyectar cómo nos gustaría que fuera. La risa que despierta ese humor crítico con un mundo fundado sobre la desigualdad pone nerviosas a muchas personas que no quieren que lo establecido se ponga en cuestión, que no quieren perder sus privilegios. Ese es un buen argumento para seguir riéndonos. Y debemos reírnos de todo. Si empezamos por reírnos de nosotras mismas y también, por supuesto, del feminismo reiremos más y mejor y nos sentiremos más libres.
Cynthia Híjar en la charla TedX “Sin risas no hay feminismo” defiende que la risa y el feminismo son ambos necesarios y liberadores. Los dos son capaces de tomar la verdad y el dolor para transformarlo en algo mejor. Enfrentarnos a la verdad puede ser muy doloroso pero no podemos dejar de pensar que sacar a la luz este dolor, obligarnos a pensarlo y a enfrentarnos a él puede generar cambios y acabar con las tensiones que provocaba. El humor y el feminismo son dos vías para cambiar la realidad. Los cambios realizados y la desaparición de estas tensiones provocarán risas y placer.
Las feministas nos reímos mucho y con mucha fuerza pero no de cualquier chiste y también sucede muchas veces que los chistes que nos gustan un sector de la sociedad ni siquiera los comprende. De qué nos reímos y de qué no nos reímos dice mucho acerca de quiénes somos. La risa necesita un eco, decía Bergson. No nos reímos igual si estamos solos necesitamos estar en contacto con otras inteligencias que ríen con nosotros. Así la risa crea vínculos entre las personas. Nuestra risa, según Bergson, es siempre la risa de un grupo. Tras la comicidad late la complicidad y el entendimiento. Sabemos quiénes son los nuestros por las risas compartidas y las risas no compartidas nos puede mostrar la inmensidad que nos separa del otro.
Las viñetas de Flavita Banana son un ejemplo extraordinario de esta mirada violeta capaz de ver lo cotidiano desde una perspectiva diferente y de sacar a la luz aquello que parecía normal y no lo era. Hay que ser inteligente para tener sentido del humor, para ser capaz de ver de forma insólita lo cotidiano. Recordemos de nuevo a Bergson la risa implica una anestesia momentánea del corazón ya que se dirige a la inteligencia pura. La emoción sería, por tanto, el principal enemigo de la risa porque sin esa distancia emocional la risa es imposible. Flavita Banana lo sabe bien y juega con ella de forma magistral en sus viñetas. Sus dibujos, le gusta decir, rezuman un “humor triste”. Parte en sus viñetas de lo feo y de lo doloroso de la realidad pero consigue darle la vuelta de tal forma que logra que de lo triste surja la risa y hace que nos riamos con ella ante sus viñetas. Pero ese fondo triste no se va. Sigue ahí. Escuchemos a Bergson:
“La risa nace como esa espuma. Señala, en el exterior de la vida social, las rebeliones superficiales. Dibuja instantáneamente la forma móvil de dichas sacudidas. Es también una espuma a base de sal. Como la espuma, chisporrotea. Es por la alegría. El filósofo que la recoge para probarla encontrará a veces que contiene, en una pequeña cantidad de materia, una cierta dosis de amargura”
Ese rescoldo de amargura nos obliga tras reír a reflexionar, Flavita Banana consigue con sus viñetas traspasarnos aquello que la hizo pensar y nos obliga a pararnos a pensar sobre eso que no habíamos visto. Sus dibujos nos recuerdan así la distancia que hay entre el mundo que tenemos y el mundo que queremos y nos empuja a seguir luchando con risas y alegría para conseguir un mundo en el que todas las personas tengan iguales derechos y oportunidades, un mundo más justo para todos los seres humanos Reivindicamos pues desde el feminismo la alegría como forma de lucha y de disidencia.